
Leizuri nunca había conocido un lugar tan amable como Ciudad Don Bosco, Medellín y Colombia. Recibió mucho cariño por parte de los jóvenes beneficiarios que hacen parte de la obra, de quienes aprendió más de lo que ella les pudo enseñar. Conocer a esos chicos y esas chicas le ha cambiado la vida.
«Fui voluntaria y fui feliz porque he podido sacar lo mejor de mi»